La calidad en televisión es un concepto muy amplio, heterogéneo y lo suficientemente genérico como para abarcar numerosas propuestas. La noción de calidad se presta a valoraciones subjetivas y a disparidad de criterios profesionales y técnicos, por lo que la unanimidad resulta difícil. La mayoría de los estudios sobre calidad cuentan con una nota en común: el sistema televisivo debe ofrecer una amplia variedad de programas, que sustente la diversidad en cuanto a géneros, contenidos, estilos, pluralidad de opiniones y puntos de vista. La diversidad no es un criterio tan subjetivo como otros, y resulta posible definirla con mayor precisión. Aunque los primeros estudios acerca de la diversidad en la programación datan de los años setenta, hasta los noventa no existe un análisis sistemático al respecto.
Litman concibe la diversidad como producto de los factores económicos, mediante la relación entre la oferta y la demanda. Según este autor, si las televisiones promueven la diversidad desde la oferta, sin tener en cuenta la demanda del público, la diversidad en la programación disminuirá a medio plazo. Litman menciona varios elementos que influyen en la calidad de la oferta:
-Las posibilidades de la tecnología que permite crear canales adicionales.
-La convergencia entre distintas tecnologías.
-La liberación del marco jurídico y político, que aumenta las licencias para nuevos canales.
-El coste de producción de los programas, que repercute en la calidad.
-La competencia y la entrada de distintos actores en el sistema televisivo: un alto grado de competencia puede favorecer la homogeneización de los contenidos.
-La concentración de la propiedad puede ser otro factor que reduzca la diversidad.
Un equipo de investigación liderado por la empresa nacional de televisión pública japonesa (NHK) realizó un análisis comparativo de la oferta de las televisiones en cinco países. Este estudio establece el grado de diversidad más alto en Gran Bretaña, seguida por Suecia, Japón y Canadá, y Estados Unidos con el grado inferior. Este análisis señala que la frecuencia del género dramático actúa como contrapeso de la diversidad; donde el género dramático es más escaso, como Inglaterra y Japón, la diversidad es alta; en Estados Unidos, donde su frecuencia es mayor, la diversidad disminuye. En general se encontró menos diversidad en los horarios de mayor audiencia, salvo en Suecia, donde no existen diferencias significativas entre los horarios estelares y los del resto del día.
La televisión es un fenómeno global en su producción, intercambio y consumo. Hujanen plantea la hipótesis de que la televisión europea se está “americanizando”, como resultado de un incremento en la comercialización y en la competencia, y la adopción de prácticas características del modelo norteamericano. El valor básico de la programación europea, de acuerdo con Hunajen, se formula en el eslogan “algo para cada uno”, que puede interpretarse como la expresión del pluralismo. En términos de identidad cultural, algunos géneros tienen un valor más específico. Las series de ficción construyen un mundo que se ajusta a determinadas situaciones sociales y reflejan la identidad del país, de forma que la audiencia pueda sintonizar. En los informativos, las diferencias entre las culturas nacionales son más acentuadas.
La situación en otros sistemas televisivos, como en la mayoría de América Latina, es bien distinta. De acuerdo con el estudio de Lozano sobre el sistema televisivo en México, se observa que las importaciones de programas proceden casi exclusivamente de Estados Unidos. La investigación de flujos de programación realizada por Lozano, muestra que los macrogéneros ficción e información conforman frecuentemente más del 50 por ciento de la oferta televisiva, con énfasis del primero en las horas de mayor audiencia. En la televisión en abierto, destaca la mayor presencia de contenido de entretenimiento estadounidense sobre el resto de formatos, de modo especial en los largometrajes.

Aunque la diversidad por sí sola no asegura la calidad, sí permite la variedad en el conjunto de la oferta televisiva. Por ello, los estándares de calidad según la diversidad en la programación televisiva pueden valorarse según los siguientes parámetros: el número de géneros distintos que se ofertan, el número de programas disponibles, las alternativas en una misma franja horaria, el impacto de un nuevo programa, el contraste entre la programación horizontal y vertical, y los valores culturales presentes en cada género.